Lluvia y semilla de Dios

12.07.2020

Libro de Isaías 55,10-11.
Salmo 65(64),10-11.12-13.14.
Carta de San Pablo a los Romanos 8,18-23.
Evangelio según San Mateo 13,1-23.

La Palabra de Dios es como una lluvia que empapa la tierra seca y estéril de nuestras vidas y el profeta Isaías anuncia que esa Palabra viene a nosotros. El evangelio tiene otra imagen que va a lo mismo: la semilla, ésta viene a nosotros como lo hace la lluvia pero su fecundidad va a depender de nuestra actitud y de nuestra disponibilidad para cambiar, para convertirnos.

La parábola del evangelio nos llama a tomar conciencia de nosotros mismos, qué tipo de tierra somos, y de cómo nos desenvolvemos en la vida, para ajustarla a la Palabra de Dios y poder así llegar a dar fruto abundante, para ser tierra disponible a la lluvia de gracia que nos viene del cielo en la persona de Cristo y en su palabra.

Este proceso de conversión, de apertura a la semilla y a la lluvia es difícil, la Carta a los Roanos no esconde esta realidad. Poseemos las primicias del Espíritu y sin embargo gemimos interiormente en medio de tantas luchas como nos afectan, pero todo apunta a la gloria futura que se va a revelar en nosotros; tenemos que tener fe en esto, hay que esperar con confianza.

Por nuestro medio, como por medio de la persona de Cristo a quien seguimos, la liberación se extenderá a la creación entera. Nosotros somos parte de la creación y en nosotros toda ella accede a la libertad. Qué puede significar esto en concreto es un poco misterioso para mí, pero podemos suponer la recuperación de una armonía y coherencia que se perdió por causa del hombre y su pecado. El mundo cambia cuando el hombre cambia, para bien o para mal. Si poco tenemos y poco damos poco recibiremos, pero depende de nosotros porque la semilla y la lluvia siempre caen.

P. Plácido Álvarez.


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